Le hemos dicho a los demócratas – incluidos a los del Libre – que Mel Zelaya no está derrotado. Como lo confirmo el domingo está dispuesto a recurrir a todo, con tal de seguir gobernando. Como anticipó Maquiavelo, se resistirá a entregar al poder, violentando los procesos electores; y pateando la soberanía popular. A los demócratas es fácil detenerlos. Solo hay que ganarles las elecciones y los mandamos a su casa. Los dictadores – y Mel se imagina sucesor de Fidel Castro y Hugo Chávez – mueren en el mando. Como ellos, quiere morir en el poder. No pueden vivir fuera del presupuesto como otros dictadores. Solo se termina con ellos: metiéndolos en una caja de madera, con los pies para adelante; o amarrados y fusilados por un piquete popular.
El domingo fue un ejercicio general para el fraude electoral de noviembre. Y en el que Mel mostró sus fuerzas; logró los objetivos tácticos; y colocó en la mente de la colectividad que su partido es mayoritario. Para lo que echó mano de todo lo que tiene a su disposición: comprometió el honor de las Fuerzas Armadas (FFAA) que lucieron incompetentes y de escasa confianza. Y mediante el chantaje y el domino en el CNE, pudo con la complicidad de una lideresa liberal – que “obedece” al expresidente Carlos Flores –inclinar peligrosamente, las cosas para permitirle a Ochoa, hacer lo que les dictó el orgullo; y le ordenó el guion de la práctica general del ejercicio como dicen los militares.
Con la complicidad de Roosevelt Hernández, las FFAA mostraron su incompetencia. Y en un juego infantil, no pudieron distribuir los materiales electorales, cometiendo “errores” en los centros de votación de los partidos democráticos, mientras fueron impecables en los del Libre. La excusa de Hernández es infantil: “La responsabilidad de lo que ocurrió el domingo debe ser compartida, tenemos que buscar las fallas y si hay responsabilidad tenemos que asumirla”. Adicionalmente es, muy vulgar. Los militares tienen experiencia en logística y planificación; y además cuentan con el antecedente que, en todos los procesos anteriores, cumplieron sus obligaciones en forma impecable. Pero este oficial oportunista, ha echado a la basura el respeto que tenemos a los militares; y vulnerado la confianza hacia la institución que “representa”. De modo que si no lo destituyen – porque no creemos que tenga la hidalguía de renunciar – los electores no aceptarán nunca más que las FFAA, custodien los materiales electorales y protejan las actas con los resultados.
Si la oficialidad honorable no le pide la renuncia a Hernández, deben destituirlo. A Álvarez lo destituyeron “porque no los dejaba robar” dijeron entonces; a Cantarero López por sus “raras” relaciones con un empresario automovilístico de SPS. A Hernández hay muchas más razones para mandarlo a su casa; o a la cárcel. Ha ofendido la dignidad de las FFAA como un vulgar “militar capón”. El argumento que obedecía órdenes de su “jefa”, no es suficiente. Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales; o que, causen daño a la ciudadanía. Rixi Moncada también debe renunciar. Aunque Xiomara Castro le teme, debe tener algo de vergüenza.
El ejercicio general del fraude mostró la fragilidad del sistema. La estructura actual es manipulable. Desde adentro la “representante” de Libre actuó en favor del ejercicio de Mel, porque Flores ha pactado con Zelaya un acuerdo en virtud del cual: uno se queda con el poder; y, el otro con los negocios. Lo que obliga a cuestionar a Ana Paola Hall, y su cargo debe ser revisado por el Partido Liberal. Y si hay méritos, sustituirla por otra profesional que defienda la democracia y no siga las instrucciones de los que conspiran en contra de la paz y la convivencia ciudadana. La tercería favorece a Mel. Por ello es sano, agregar dos representantes de la sociedad civil, evitando la manipulación y el daño al sistema democrático y la soberanía popular.
Lo bueno: Mel se ha puesto en evidencia. Hay que recordar que son elecciones primarias e internas. Los votos atribuidos a Libre no lo hacen mayoritario. Los medios de comunicación deben alertar al pueblo. Y si no se hacen las correcciones indicadas, los electores tienen que lanzarse — con la fuerza que provoca la amenaza de la muerte anunciada — a votar masivamente. Porque antes del uso de las balas, la forma de sacar a los tiranos, es con los votos. Sino habrá que ponerse los pantalones; y de cara al sol, derrotarlos en el campo de batalla. No hay de otra.