El mensaje de la mítica Dora María Téllez no podía ser menos contundente: “Soy nicaragüense, nadie me quitará mi nacionalidad”. Lo sostiene a pocas horas de haber sido liberada por la dictadura Ortega-Murillo tras permanecer 605 días presa, incomunicada en un pabellón para hombres en una cárcel a la que todos los que la conocen se refieren a esta como inhumana.
Y remacha con otras frases combativas: “perdieron la pelea de la resistencia (el régimen), ningún preso fue doblegado”.
El carácter de esta historiadora, investigadora, exguerrillera, exministra de Salud, política, disidente sandinista y ahora desterrada es tan intenso que hasta contagia.
“Ortega nos puede quitar la nacionalidad, nos puede borrar de donde él quiera, pero yo nací en Matagalpa (21 de noviembre de 1955), soy nicaragüense, hija de padres nicaragüenses y seguiré siendo nicaragüense pese a lo que los Ortega-Murillo quieran hacer con sus papeles”, alega.
Según el régimen, ella y los otros 221 presos políticos liberados el jueves y acogidos en Estados Unidos no solo son “terroristas”, sino también perdieron su nacionalidad de un plumazo, como castigo tras abandonar las celdas donde los mantuvieron sometidos por pensar y opinar distinto al régimen y por impulsar cambios que ayuden a restaurar la democracia y las libertades en un país que viene padeciendo los arrebatos de Daniel Ortega desde 2007, año en el que llegó al poder por la vía democrática y se aferró a él torciendo cuanda ley se le ha ocurrido.
¿Se convertirá en española?
El gobierno español anunció el viernes que los 222 presos políticos liberados pueden optar por nacionalizarse españoles. Pero Téllez dice que aún analiza qué hará.
“No hemos tomado decisiones, quiero ver cuál es la información precisa (sobre el ofrecimiento español), obviamente yo estoy con mucha gratitud”, sostiene.
“Lo que Daniel quiere hacer es convertirnos en parias internacionales, ¡el paria es él, es el indeseable internacional!”, sentencia.
Por el momento está con parole humanitario en Estados Unidos, país y gobierno con el que también sostiene siente mucha gratitud, que le permite residir y trabajar en esa nación durante dos años.
Cuando Dora María Téllez fue arrestada el 13 de junio de 2021, fue sacada con violencia de su casa por la policía. Se la llevaron, le acusaron de conspiración, la juzgaron con dudosas pruebas y la condenaron a 8 años de cárcel.
En el Chipote, la temida cárcel donde la confinaron, no le permitieron hablar más que con los guardias, se puso en huelga de hambre y desde ahí, siguió su lucha por hacer valer las libertades y garantías para Nicaragua.
Y mientras procesa las emociones propias de semejante trance, Dora María vuelve a arremeter contra su excompañero de lucha sandinista de aquellos lejanos días de los 70 y 80, Daniel, y contra la esposa de él y vicepresidenta nicaragüense: “Ni los funcionarios públicos soportan ya al régimen tiránico de los Ortega-Murillo”.
Su destierro y el de sus compañeros liberados, insiste, es ilegal, inconstitucional, como casi todo lo que ha hecho la pareja presidencial de Nicaragua.
Y aunque no lo diga, lo deja entrever: la lucha porque se restablezca el orden constitucional en esa nación centroamericana lejos de acabar solo ha cargado gasolina. Sí, Dora María, la Téllez, la historiadora, aquella Comandante Dos, como le llamaban en los años de la revolución, sigue con su discurso tan bien hilvanado de ideas políticas que bucan ser parte de una verdadera transformación social en ambiente democrático.