Las cosas no pintan bien para Costa Rica, el país que por años presumió de vivir en paz mientras el resto de Centroamérica se desangraba por la violencia. Según las cifras del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), entre el 1 de enero y el 19 de abril de este año hubo 261 homicidios, 76 más que en 2022 en el mismo período. Y si la tendencia se mantiene, a finales de año habría 800 asesinatos o más, una cifra escandalosa en cualquier país, principalmente en este.
Pero, ¿qué ocurrió en esta nación? ¿Qué o quiénes se robaron la paz?
El presidente Rodrigo Chaves y sus funcionarios sostienen que detrás del baño de sangre están los narcos, algo que validan exresponsables de esa área, como Gustavo Mata, un abogado y policía de carrera que ocupó el cargo de ministro de Seguridad de 2015 a 2018, años en los que hubo incremento de criminalidad, pero las cifras no llegaron a las de 2022.
En 2018, el último de la gestión de Mata, Costa Rica registró 585 homicidios; el año pasado, fueron 656 de acuerdo a las cifras oficiales (71 más).
Del tráfico al consumo
Las cifras de incrementos de homicidios, uno de los crímenes usados internacionalmente para obtener índices de violencia, no son necesariamente nuevos en Costa Rica. Desde hace más de una década las cifras globales anuales de asesinatos han venido creciendo, con excepción de un par de años en que los números fueron menores en comparación a años previos.
Y todo esto pasa por los narcos, que inicialmente se peleaban la plaza (el país) para el trasiego de diferentes drogas, pero todo apunta que ahora también para venderla.
Según Mata, son unos 200 mini cárteles los involucrados en la sangrienta guerra por vender cocaína, heroína y marihuana, entre otras sustancias.
Pero advierte que mientras “el mercado evoluciona” y las autoridades tardan en dar respuestas efectivas al fenómeno, las cosas pueden empeorar porque ahora hay en la escena regional drogas que son “más prácticas” para producir, transportar y vender, como el fentanilo.
“Pasamos de recibir, embodegar y reexportar drogas, de un tema de circulación y tráfico (trasiego) a tener una batalla campal en la que interviene lo que ya se tenía, pero ahora somos un país consumidor”, dice.
“Con drogas como el fentanilo, las cosas pueden empeorar. En una casa cualquiera se puede, con los químicos necesarios, procesar la droga y transportarla sin levantar sospechas de nadie”, agrega.
Esta es una droga sintética 50 veces más potente que la heroína y cuya presentación líquida o en polvo puede ser mezclada con heroína, cocaína o metanfetaminas para terminar como pastillas.
Transportar 1,000 de estas puede hacerse en un maletín de mano y vuelve el comercio del ilícito mucho más fácil.
“El quiebre de la paz a la guerra contra los grupos del crimen organizado en Costa Rica se da por la pérdida de la eficiencia que venían demostrando las políticas públicas, sobre todo en salud, seguridad, educación y la posibilidad de lo que significaba para muchos costarricenses la posibilidad de engrosar la clase media”, explica el analista Claudio Alpízar.
“Con el transcurrir de las décadas, por diferentes razones, falta de presupuesto, por temas de corrupción, por falta de compromiso de quienes nos han gobernado, se generó una molestia sobre la calidad de los servicios públicos… eso también fue caldo de cultivo para generar una desigualdad en muchos de los sectores costarricenses”, agrega.
Su explicación la enfoca a un problema estructural social que fue aprovechado por el crimen organizado a medida que la pobreza en el país crecía. Actualmente se estima que el 23% de la población vive en el rango de pobreza y un 7% en pobreza extrema.
“La desigualdad es un terreno muy fértil para el crimen organizado”, sostiene.
¿Hay política de Estado en seguridad?
La respuesta del exministro Gustavo Mata es que no. Y, dice, es necesaria.
Y plantea que no pasa solo por tener más policías en las filas de seguridad, aunque la cantidad de agentes sí influye. Él sostiene que una alternativa para combatir el crimen es invertir en tecnología.
“La contención y prevención del delito pasa por tener una política de Estado en ese tema. Que no importa quién gobierne, que no se llegue a improvisar, sino que haya un camino definido para combatir el crimen”, dice.
Hace poco más de un mes, Estados Unidos anunció una donación de $25 millones para ciberseguridad, tras un ataque digital que prácticamente noqueó al país a las instituciones estatales durante horas.
El país es pobre, como toda la región, y las inversiones tecnológicas son grandes. Con presupuestos ajustados, los problemas generalmente se complican.
El presidente Chaves ante el clamor de más seguridad y las críticas de la población, reflejadas en la caída de su popularidad en las encuestas, anunció un plan para combatir el crimen.
“Costa Rica segura”, como le ha llamado, incluye la contratación de cientos de nuevos policías y la modificación de los descansos en roles de 6×4 (6 días laborados y 4 de descanso), lo que alborotó a los agentes que se manifestaron en las calles en pequeños grupos, pero suficientes como para hacer recular al mandatario en este punto.
“En el caso de Costa Rica es un tema de abordaje institucional. El problema de la seguridad y el narcotráfico y el crimen organizado es un tema que tiene que ser abordado por los 3 poderes del Estado, inclusive… los gobiernos locales”, propone Alpízar.
Y advierte que el fenómeno del narco no es pasajero. Llegó para quedarse, dice, y por eso aumenta la violencia, porque es el mecanismo para asentarse.
La corrupción y la pobreza extrema son, está demostrado, una combinación peligrosa que sirve de abono para el narco y el crimen organizado.
Chaves insiste en que no recurrirá a las medidas como las aplicadas en El Salvador, donde en un año los índices de homicidios bajaron un 60% y las pandillas, el principal problema de seguridad, prácticamente han sido desbaratadas por la política de seguridad del presidente Nayib Bukele, que tiene un estado de excepción vigente desde hace casi 14 meses.
Pero la mano dura, aunque efectiva, ha permitido la violación de derechos humanos de cientos de ciudadanos, según organismos locales e internacionales. Y, agrega la oposición salvadoreña, no es una medida que se pueda sostener a mediano plazo.
Mientras tanto, los ticos desayunan, almuerzan y cenan cifras de crímenes sangrientos en San José y Guanacaste, dos de las zonas más violentas del país.
¿Recobrarán aquella paz? La historia apenas comienza y habrá que esperar para saberlo.
Homicidios en Costa Rica en los últimos 5 años
2022: 656 (cifra récord)
2021: 588
2020: 570
2019: 560
208: 585