La embestida comunista sigue en pie, la defensa mundial contra este sistema también; ambos bandos, el Occidente disperso y el globalismo o socialismo o comunismo o como se llame también, ambos sistemas están en pie de guerra, es por eso que la presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen en un reciente discurso el pasado 5 de octubre dijo que su Gobierno tiene el compromiso de trabajar con socios afines “en todo el mundo para defender la libertad y la democracia”, a esas señales de humo me refiero y no a las viejas técnicas de la comunicación de la antigüedad o del clásico Viejo Oeste Estadounidense frotando ramas secas para avistamientos enemigos u otros asuntos.
Taiwán, cuyo Día Nacional fue el 10 de octubre, es una isla pequeña pero muy fructífera, comparte glorias junto a Hong Kong, Singapur y Corea al ser parte de los dragones o tigres asiáticos tras haber superado endemoniadas pobrezas y lograr, ahora, ser naciones prósperas que a su vez heredaron el despegue de Japón con altos niveles de crecimiento económico.
Sin embargo, ella, la señora Tsai al igual que los menos de 25 millones de habitantes que habitan ese pequeño país de apenas 35, 980 kilómetros cuadrados, viven con la amenaza de ser invadidos por la poderosa e imperial China Comunista, que a diario la amenaza con invasiones a su territorialidad aérea, con presiones diplomáticas y con prácticas militares pro invasivas que redundaron en una frase contundentemente temeraria meses atrás, de la portavoz china Hua Chunying de esperar “consecuencias desastrosas” políticamente hablando, en el marco de la pasada visita de parlamentaria Nancy Pelosi de Estados Unidos.
En sus palabras, la presidenta Tsai sostuvo que la potencia china persiste en socavar el status quo en el estrecho de Taiwán, invadiendo así la soberanía de su nación, refiriendo esto acción irresponsable de parte de un país autoritario que también amenaza la estabilidad y la paz en la zona del Indo-Pacifico, lo que conlleva riesgos en la seguridad aérea y marítima pero también agravando el flujo y embarque del comercio mundial.
Esas declaraciones fueron dadas por la presidente en un discurso virtual en el Simposio Anual del Instituto Global de Taiwán (GTI, siglas en inglés), con sede en Washington, desde la Oficina Presidencial en la ciudad de Taipei, y las mismas, también aseguraron que en base a los registros históricos y de la actualidad cualquier amenaza contra otro Estado o región, resultan ser amenazas crecientes contra sus vecinos, diciendo que estas consecuencias a su vez, tornan necesaria una mayor apertura a la solidaridad global para contrarrestar las expansiones autoritarias, salvar la democracia y enfrentar juntos, todos, los desafíos compartidos.
A miles de kilómetros de Hispanoamérica y Estados Unidos, con culturas, idiomas y sistemas de vida muy diferentes a los nuestros, las expectativas de dichas amenazas son las mismas que a diario enfrentamos acá, aunque con otros entornos, sobre todo si reparamos por un segundo en la voracidad de la agenda globalista, en la sistemática y continua mega propaganda comunista contra el capitalismo, en las inmensas mayorías sin educación ni conocimiento de la historia, que vuelve a las multitudes ovejas de rebaño a los votantes masivos por las izquierdas, como sucedió en Perú, Chile, Brasil y como sigue sucediendo en las famélicas naciones bajo el comunismo como Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Algunos podrán decir que Nicaragua, por ejemplo, no es comunista pues aún existe comercio, víveres y productos en las tiendas y mercados, pero esa es solo una fachada con dotes de mezquindad y maquillaje, ya que no existen bloqueos comerciales internacionales lo que permite la no escasez, pero el tejido institucional, la represión y la ausencia de un Estado de Derecho la hermanan con el autoritarismo y la criminalidad institucional de los países que componen el Socialismo del Siglo XXI, el Foro de Sao Paolo y el Grupo de Puebla.
Volviendo a Taiwán, está claro que ese espíritu de solidaridad al que ella hace alusión está gravemente obstaculizado por la exclusión de Taiwán ante la Organización del Sistema de Naciones Unidas (ONU). Esto agrava más la situación sobretodo si tomamos en cuenta los grados de marginación hacia periodistas, expertos y estudiantes taiwaneses a quienes se les niega el acceso a las reuniones de ese ente global, impidiendo tampoco participar en otras instituciones especializadas como la Organización Mundial de la Salud y la Organización de Aviación Civil Internacional.
Lo bueno de esto es que, la piedra en el zapato de la China Continental, se pone de manifiesto con la gran afluencia de naciones entre poderosas y en desarrollo que respaldan la búsqueda soberana de Taiwán como nación, que la apoyan de diversas maneras; además, los antecedentes de su conformación la separan políticamente de las pretensiones del gran imperio.